El rey Maximiliano de Austria, que tuvo en rimbombante título de emperador romano germánico desde 1493, tuvo una de esas muertes que lamentablemente no están a la altura de su protagonista. Al parecer, la afición por la fruta de este rey lo llevó a la tumba. En 1519 una indigestión provocada por unos melones acabó con la vida del emperador. Pero lo más curioso de su muerte no es haber muerto por una cuestión tan mundana.
Lo más curioso de la muerte de este Habsburgo es que fue enterrado su ataúd. Y digo su ataúd con todo el sentido ya que el mismo le acompañó durante buena parte de su vida. Ya saben, lo normal. Ves un ataúd, te gusta, y a partir de entonces lo llevas contigo a todos los sitios. Y es que no se crean que un ataúd es una simple caja de madera, es también un magnifico sitio para guardar melones y así tenerlos siempre fresquitos.
Vía. curistoria
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