Ante un paisaje resplandeciente, de campos verdes y árboles de copas redondas, un ángel lloroso sostiene a Jesús muerto. No hay expresión de dolor en el rostro de Cristo, sino de la serenidad del que ya conoce el infierno, y sabe que ya no hay riesgo de sufrimientos mayores. En cambio, sí se refleja dolor en el del ángel que lo sostiene, marcado su rostro infantil en una tenue expresión de llanto.
El drama central se expone sobre la frescura de una vista apacible. En él se observan olivos verdes y a lo lejos unas colinas. Pero, antes, sobre la tierra, se distingue un tronco seco erguido y algunas calaveras, que se suman a la de la izquierda del primer plano. Símbolo del final, de la muerte, que también alude al monte Calvario, que asimismo significa calavera.
Y si digo final, estoy diciendo inicio, estoy aludiendo a lo transitorio, a los límites que impone el tiempo, con su cadena de mudanzas permanentes. Al fondo, el cielo azul ilumina una ciudad, otro contraste de lo eterno con lo temporal. .. sigue leyendo
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